lunes, 6 de mayo de 2019

SUTURANDO EL ALMA



Recuerdo aun las primeras frases que nos decían al iniciar la carrera de Enfermería: el medico cura y la enfermera cuida y alivia… y hoy me pregunto ¿quién nos cura a nosotras las enfermeras?
Escribo estas líneas sentada en el borde de la cama, con una buena música y una copa de vino (momento perfecto)
Quiero plasmar en estas líneas algo personal, algo que cada día sé y estoy segura que alguna chica como yo, ha pasado también.
Somos el tipo de personas que ve pasar mil historias delante de nuestros ojos, algunas nos marcan, otras preferimos olvidarlas, y alguna vez que otra, se cruza en nuestro camino alguien que nos dibuja una sonrisa en el rostro y es ahí donde empieza esta crónica (al menos para mí) que más parece una pesadilla, solo que lo dejamos de lado y nos dedicamos a aliviar dolencias más importantes que la vida nuestra!
 Hoy escribo, porque no tengo ganas de que mi historia se quede olvidada… Como dicen los psicólogos: a veces escribimos para solucionar problemas, este no creo que solo se solucione escribiendo, pero al menos me quita un peso de encima y me ayuda a desahogar muchas palabras que quiero gritar hace mucho tiempo…
Muchas veces necesitamos llorar para que el alma deje de dolernos, muchas veces me ha costado llorar, un sentimiento de impotencia se apodera de mi pero de pronto viene la primera lagrima, los ojos dejan de ver, la garganta se estremece y el llanto se apodera de todo, prefiero llorar a sentir ese nudo en la garganta y ese ahogo constante de impotencia e ira.
Mi madre me dice a menudo ¡Llora hija Llora!
¿No te pasa?
¿No necesitas llorar a veces para despejar el alma?
¡Los pacientes lloran, las enfermeras lloramos también y mucho! Imagino que los médicos también lloran porque he pillado a alguno por ahí con los ojos rojos al abrir de improviso la puerta de alguna consulta, ya sabes, ellos prefieren guardar las apariencias...
Esta es mi historia…
DICIEMBRE, Inicio de una tormenta, de aquellas que avisan pero que aun así, continuas en el mismo lugar sin huir de lo que puede causarte un desastre total, de esas tormentas que destruyen lo bueno y malo.
ENERO, resumida en agonía, de aquellas que te consumen lentamente, dudas e inciertos se apoderan de ti, con el corazón literalmente hecha trizas…
FEBRERO, termino por matarme, y con ello se llevó a la “chica de ayer” aquella que no valía la pena; sí , sí lo leíste bien: no valía la pena, APRENDÍ, que no era capaz de mantener a una persona interesada en mí, sentí que no tenía nada bueno que ofrecer, como resultado pensé que no era merecedora de un gran amor, me culpe a misma de haber causado todos los problemas en la relación (equivocadamente claro está) me culpe por mi actitud, mi debilidad, mi ira, mis malos días, me culpe por todo….
Entonces aprendí a descuidarme, hundida en mi tristeza y soledad (mi familia lejos de mi) me sumergí en un hoyo ¡toque fondo! Experimente el dolor en su expresión más pura, fría y hostil…sin probar bocado alguno, después de muchas semanas, volví en sí, entonces DESCUBRÍ que mi cuerpo era fuerte a pesar de que yo no lo ayudaba; aprendí que no necesitaba tanta comida para mantenerlo en pie, además de la boca y la piel seca, ninguna otra evidencia que mi cuerpo fuera a renunciar ¡YO ERA MAS FUERTE DE LO QUE PENSABA Y QUIZÁ DE LO QUE DESEABA TAMBIÉN! En ese entonces mi trabajo (como enfermera claro está) fue el único motor que me impulsaba a levantarme y salir de casa, en ese momento pensé que esa sería mi vida para siempre…
Con el pasar de los días y semanas, aprendí que mis ojos dejaron de hincharse a pesar de que me pasaba horas en llanto; quizá significaba que mi cuerpo aprendió a ocultar lo que sentía, entonces empecé a salir de casa, poco a poco, a comer de a poco, a hacer otras actividades de a poco ¡si mi cuerpo pedía quedarse en casa y en cama lo hacía!
Sin embargo por más triste que fuera mi experiencia yo aprendí a estar ahí, continuando como si nada de esto me hubiera pasado.
Luego APRENDÍ a contar mi historia, incluso descubrí que podía hablar de ello sin lágrimas en los ojos, o al menos sin demostrar que sentía algo, al pasar el tiempo pude aprender la VERDADERA LECCIÓN, me costó trabajo, pero trajo consigo el inicio de una MARAVILLOSA RELACIÓN CONMIGO MISMA.
Busque ayuda con mi familia (aunque lejos, pero siempre presente) con buenas amistades, de las verdaderas para ser más específica, cada una con historias diferentes también.
                ---no importa el modo ni la manera; si te ayuda a salir de aquello que duele hazlo- me lo dijo Elsa, amiga mía, que atraviesa por una etapa muy dura en su vida también, y a quien adoro con toda el alma.
Entonces APRENDÍ que todo lo que pensaba de mi inicialmente era EQUIVOCO, había estado ciega.
Era cierto 
 que no era merecedora de aquel amor, que no era inteligente o bonita o que no tenía valor alguno, pero únicamente desde su concepto.
Ahora sé lo más importante ¡nadie puede darme más de lo que yo misma me voy a dar!
Estoy aprendiendo a quererme más, a encontrarme a mí misma, a disfrutar de la soledad, de las pequeñas y simples cosas que te ofrece la vida, de una conversación sencilla, simple pero enriquecedora, aprendiendo que solo seré yo, quien se otorga su propia felicidad, NO ESTOY CURADA COMPLETAMENTE, hay días que amanecen grises y otras casi grises,  pero cada día me esfuerzo y me dedico a aportar en mi RECUPERACIÓN 
Hoy solo quiero ser mejor, para mí, mi familia y  mis pacientes… ¡UN DÍA A LA VEZ!
                                              
                                                               los sentimientos se gestan en la química del cerebro, no en el palacio del corazón, es ahí donde se esconde la maquina más misteriosa

el comienzo

EL COMIENZO

Mi infancia fue como la de cualquier niña de los 80’ entre el barrio y los amiguitos, los juegos épicos: mata gente, carambola, salta la...